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Tu adicción no termina en ti

  • Foto del escritor: chowikeistudio
    chowikeistudio
  • hace 2 días
  • 5 Min. de lectura

Lo que vives hoy puede acompañar mañana a tus futuros hijos.


Cuando tomas, comes sin control, vives bajo estrés todo el día o pasas horas pegado a una pantalla, tu cuerpo no lo olvida aunque después cambies, hay algo que queda, un eco interno. Ese sube y baja entre el placer y el malestar, entre la recompensa rápida y el agotamiento mental no se va tan fácil, se guarda dentro de ti y a veces, mucho más profundo de lo que imaginas.


Porque todo eso que vives no solo te afecta a ti, puede quedarse en tu interior como pequeñas señales que algún día podrías transmitir a tus hijos. Esas señales son como post‑its (esas notas adhesivas que pegas en la nevera) dentro de ti, instrucciones silenciosas sobre cómo reaccionar, cómo sentir, cómo escapar y con el tiempo, pueden viajar hacia adelante, a la siguiente generación.


Y no es solo lo físico, también es emocional, las experiencias que cargas y las adicciones que repites pueden volver a aparecer en ellos como ansiedad, antojos que no saben de dónde vienen o reacciones exageradas a cosas pequeñas. Es como si ellos, sin saberlo, cargaran parte de lo que tú nunca pudiste soltar.


Quiero que quede claro, no es tu culpa, nadie te dio un manual; nadie te advirtió. Pero hoy tienes algo que cambia todo, una oportunidad, la oportunidad de romper ese ciclo, de cambiar lo que se hereda, de empezar distinto.


Ahora bien, ¿de qué tipo de adicciones hablamos? No pienses solo en drogas fuertes, hay muchas otras formas de adicción que también dejan huella. El alcohol, por ejemplo, desajusta tu sistema interno de respuesta al estrés, si quieres ser padre o madre, eso puede traducirse en hijos con más ansiedad o con mayor riesgo de caer en su propia adicción. Lo mismo pasa con el azúcar, el uso excesivo cambia la forma en que tu cuerpo maneja el placer. ¿Qué podrías dejarles a tus hijos? Antojos difíciles de controlar y poca tolerancia a la frustración.


El estrés crónico es otra adicción sin sustancia, te vuelve más reactivo y agotado, como si vivieras a mil por hora sin poder parar y eso, sin que te des cuenta puede reflejarse en hijos irritables, con cambios de humor muy rápidos e intensos, incluso las pantallas y los juegos (esas horas de evasión frente al celular o la consola) también dejan lo suyo, aislamiento, dificultad para conectar y problemas para concentrarse o calmarse.


No hace falta una sustancia, lo que repites y sostienes con carga emocional deja marca y esa marca, si no se trabaja, puede continuar en otros.


Y no lo digo para alarmarte, sino para que entiendas por qué dejar la adicción no basta. Fíjate en estos ejemplos reales:


El primero es un estudio en Estados Unidos con una cantidad de jóvenes adultos cuyos padres habían sido alcohólicos durante su infancia. Aunque esos padres dejaron de beber mucho antes de que sus hijos nacieran, los investigadores descubrieron que los hijos mostraban señales de envejecimiento prematuro, como si sus cuerpos hubieran vivido más de lo que marcaba su edad, con mayor riesgo de presión alta, diabetes y problemas cardíacos. La adicción de su papá no solo marcó la historia familiar, sino también el cuerpo de sus hijos desde adentro.


El segundo caso viene de Europa. Científicos estudiaron a padres que fumaban desde la adolescencia antes de tener hijos, cuando analizaron la salud y la sangre después de tener hijos, encontraron que muchos tenían más problemas respiratorios, más alergias y en algunos casos, tendencia a subir de peso con facilidad. ¿La causa? Cambios marcados en el esperma del padre desde que era joven. No fue por la crianza ni por el ambiente, sino por algo que viajó desde el cuerpo del padre al hijo, mucho antes de que supieran que iban a ser familia.


Estas historias muestran algo clave: no alcanza con dejar el hábito, hay que reemplazarlo por algo que ayude a limpiar, algo que puedas hacer hoy mismo, aquí te las comparto y son simples, no cuestan casi nada, solo ganas.


La primera: Aliméntate sano, distinto. Tu cuerpo arrastra residuos emocionales y químicos de la adicción que se asientan en tus células. Por ejemplo, un batido verde tres veces por semana aporta micronutrientes (folato, antioxidantes y fibra) que ayudan a procesar y eliminar moléculas de estrés y recompensas excesivas, es como pasar un paño húmedo sobre una superficie polvorienta, no basta con dejar de ensuciar; hay que limpiar lo que ya está sucio. 


¿Cómo se hace? Tres veces por semana prepárate un batido verde con una taza de espinaca (fuente de folato, que apoya la reparación celular). Un plátano maduro (energía suave y potasio para el sistema nervioso). Una cucharada de semillas de chía (fibra y ácidos grasos que nutren tu microbioma) y un vaso de agua o leche vegetal, licua todo por 2 minutos y listo. En poco tiempo le das a tu cuerpo una señal de reinicio, nutrientes que favorecen la expulsión de marcadores de estrés y la reconstrucción de un interior más equilibrado.


La segunda: Camina, camina, camina… treinta minutos al día. No para bajar de peso, ni por obligación, sino para mover eso que quieres soltar. En un calendario, marca los días que cumplas y pégalo en la nevera o en la puerta porque cada paso cuenta.


Y la tercera: Aprende a respirar de verdad, hazlo con intención, solo cinco minutos inhala cuatro segundos, sostiene cuatro y exhala cuatro, al despertar y al dormir, solo eso. Enséñale a tu cuerpo que ya no está en guerra, que ahora puede estar en paz.


¿Quieres mantener ese cambio? Puedes hacer un reto de siete días. Los dos primeros, haz tu batido verde y sube una foto, los días tres y cuatro, camina y muestra tu calendario marcado. Días cinco y seis, practica la respiración y graba un video corto, aunque sea solo para ti y el día siete, escribe cómo te sentiste, qué notaste y qué cambió.


Hazlo solo o con alguien, pero hazlo y si te animas a compartirlo, hazlo también, a veces tu cambio ayuda a alguien más a empezar el suyo.


Tu adicción no termina en ti, lo que vives hoy puede acompañar a tus hijos mañana, pero eso no es todo, también puedes dejarles algo nuevo, algo limpio, algo tuyo… pero mejorado.


Y lo único que necesitas para empezar es lo que ya te propuse: un batido, un paseo y una buena respiración.


Eso también se hereda, porque cada pequeño paso que des hoy es un regalo para quienes aún no han llegado.


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